top of page

¿Necesito terapia?

Para tomar la decisión de iniciar una terapia, es importante tener en cuenta algunos aspectos como:

• Prestar atención  al deseo de estar bien y no poder conseguirlo de manera satisfactoria. Es decir, tras haber hecho tentativas de conseguir estabilidad emocional o satisfacción personal por sí mismo y mediante algunas técnicas personales  o de “autoayuda”, sentimos que las hemos agotado sin buenos resultados.

• Identificar y fijar aquellos pensamientos propios o tener la sospecha que quizás una terapia personalizada y presencial nos podría ayudar a conseguir el bienestar que anhelamos o superar el malestar psíquico que nos ocupa. Esto podría ayudar a superar las llamadas resistencias.

• Las “Resistencias” son una especie de mecanismos que aparentemente están o las utilizamos para protegernos de alguna potencial amenaza, como por ejemplo no terminar de creernos que una terapia pueda ser efectiva, y  por el contrario  tener la idea que pueda ser algo perjudicial y con esta forma de pensar, quizás estamos impidiendo (por miedos o sentimientos no conscientes) satisfacer el deseo de iniciar un proceso terapéutico. Es decir, tengamos en cuenta aquellos argumentos que utilizamos para nosotros mismos como “no me hace falta, yo puedo solo(a)”, “total, no es tan grave, a otros les ocurren cosas peores”, “ya pasará”, “nadie se muere por no ir al psicólogo”, “que absurdo hablar con un extraño, para hablar de mis cosas tengo a mis amigos(as)”, o “no estoy para tirar el dinero en chorradas”, o “antes no existía nada de esto de la psicología y la gente era más feliz”, etc.

• Otra forma frecuente de resistencia es recurrir a situaciones y conductas que solo nos exponen a riesgos como el caso de la automedicación, el alcohol o las drogas (en el peor de los casos) que en primera instancia ofrecen una salida rápida en tanto consiguen mitigar el dolor psíquico, más no ofrecen curación o solución del problema.

• Finalmente recomendamos hacer un análisis para identificar algún (os) síntoma(s) que suelen ser indicadores de precariedad  y/o vulnerabilidad emocional o mental como: ansiedad incrementada, impulsividad, temores en aumento, sensación de decaimiento o abatimiento que se prolonga una semana o más. Otros síntomas importantes a los que prestar atención son el insomnio recurrente, el aumento de malestares fisiológicos, déficit de autoestima, inhibición social, incapacidad para el goce, estrés, sensación de fracaso entre otros que puedan ser considerados generadores de malestar emocional.

Si se siente identificado con algunos de estos aspectos, es probable que haya llegado el tiempo de plantearse el inicio de una terapia.

bottom of page